VECINDAD: PLASTICIDADES DE LA EMERGENCIA / Pablo Cottet

Confundirse no está mal ni bien, porque si, “en sí”.Cuando se está confundido, no podemos juzgar si está bien o mal, sino es por sus implicancias, de las que es difícil saber durante la confusión. Casi siempre son las consecuencias de vivir una confusión: quién se confunde, con qué se confunde, en qué contexto.

Cuando hoy escuchamos que “cualquier cosa es ARTE”, cerca escuchamos (se diga o no en frente nuestro) “es pura confusión”. ¿Por qué venir a un asentamiento urbano, como la Villa Jaime Eyzaguirre en Santiago de Chile, y proponerles a sus habitantes traer relatos de su habitabilidad, podría ser un gesto plástico? Proponemos que este acto, y sus consecuencias, habitan la confusión contemporánea, y hemos querido visualizarlo, hacerlo visible en el propio gesto, un gesto que haga visible la confusión y la habitabilidad del mundo.

Un vistazo a nuestro quehacer. El 2005 vinimos a conversar con los vecinos de la villa sobre su llegada a este lugar, sobre su biografía marcada por ser vecinos de la Jaime Eyzaguirre, trajeron fotografías de hace treinta y tantos años para atestiguar una trayectoria, una partida y su recorrido. Hicimos visible ese deseo, esa trayectoria: traiga su foto, fue el título de tantas actividades asociadas al gesto de visibilizar.

Vino la confusión: “lo que dice tal, no es tal cual”; “falta contar que”; “esa es una parte de la historia”; “hay cosas que no se dicen”; en fin. Decidimos orientarnos oficiando de archiveros, no hay archivo completo, no hay mejor homenaje plástico a la incompletud que un archivo. Abrimos el Archivo Jaime Eyzaguirre (Archivo J.E ): en un container, pusimos a viajar relatos de llegadas y estadías, pusimos a circular historias del vecindario, contra viento y marea, supimos de relatos que han tejido esta vecindad, contra viento y marea se han hecho plásticamente audibles, a pesar de piratas y reyecillos.

Hay una notable diferencia entre lugar y espacio, según Michel de Certeau. El lugar es orden, el espacio ordenamiento. Lugar es el que nos toca ocupar, espacio el que ocupamos. Lugar es el que ya estaba, espacio el que está siendo. Por el lugar nos preguntan ¿Cuál es su lugar? Por el espacio hacemos “Hagan, hagamos espacio”. Quizás sean otras de las dos caras de otra de las tantas monedas con la que el pensamiento occidental negocia el entendimiento. Aún así, cobra sentido la diferencia entre espacio lugar en nuestro trabajo de Archivo J.E.

Porque este Archivo se hace espacio en la vida cotidiana de sus vecinos, dibuja el territorio con las trazas de lo vivido para contarlo, pone a contraluz cada voz en el lienzo tendido por el ir y venir de todo vecindario. Este Archivo, ha iniciado más el gesto de archivar que el objeto archivado, gesto archi vivo de poner en acto la permanente posibilidad de sentido que abre un “yo les voy a contar”. Apertura que tiene lugar haciéndose espacio entre los domicilios (lugar privado), poniendo en circulación las palabras que trazan el espacio del entremedio que hace lo común: ni tuyo, ni mío (privado); nuestro.

Este espacio común es el que concebimos como el acontecimiento en permanente construcción. Como las viviendas para sus moradores-constructores: nunca terminan de construirse, siempre se le están sacando detallitos. Permanente construcción que le atribuimos a lo común del espacio, permanencia que nos interesa en su dinámica presentacional, justo dónde no representa nada por hacer presencia.

En tal sentido adquiere para nosotros un carácter plástico, que puede operar sobre el campo de las artes visuales por su carácter audible, de hacer visible la escucha, de poner en acto el hacerse espacio entre medio, ni aquí ni allí (lugares) sino ganándonos por ahí. Quizás esa sea una de las gracias de la vecindad, ni artístico ni constructor, el gesto plástico que invocamos es vecino a ambos, se hace espacio entre ambos, como lo hacen los sentidos del vecindario.

Se ha dicho[i] que desde los años setenta del siglo pasado, ha venido emergiendo cierta corriente de actividad artístico-visual llamada “arte público” (por cierto, es la traducción con otros sentidos del inglés public art). Que luego de la decadencia de la estatuaria, de la disolución de la función ornamental de la arquitectura, así como del paisajismo urbano, ha venido a provocar la circulación de sentidos que adquiere la vida en común que llevamos en la ciudad. Nosotros compartimos con Francesco Careri[ii] que el primer gesto plástico de la humanidad fue caminar: fundó el paisaje, creó la ciudad como primer trazado que sabía hacerse espacio.

Puede ser que los derroteros de la praxis artístico-visual se hayan extraviado, pero el gesto plástico de hacerse espacio, como construcción, como trazado, como caminar, siempre se ha vuelto a encontrar. Quizás la confusión de tales extravíos, han permitido saber que seguimos caminando, que allí ocupamos el mundo haciéndonos espacio en él, y que la confusión sinéstesica entre ver y oír, quizás sea el vecindario dónde sea posible la plasticidad del habitar, el dibujo del que emerge cada historia del habitante, en el que habitar acontece como la emergencia plástica de la vecindad.


[i] Javier Maderuelo (ed.) Arte público: naturaleza y ciudad, Ediciones Fundación César Manruique, Madrid, 2001

[ii] Francesco Careri: Walkscapes, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2002.